Mi novio, un demonio, la misma persona

PROLOGO
Nunca había creído en Dios, y por muchas razones, pero ahora lo único que podía hacer era creer en el y rezarle por que lo salvara.Que se llevara mi alma si lo deseaba, pero que lo salvara a el por que, sabia que si el desaparecía yo acabaría muriendo por culpa de su ausencia.Lo amaba.Lo necesitaba y sin el, no podría seguir habitando en el mundo por que sabría que ya no estaría conmigo y era tan importante, como el aire que necesitaba para vivir.
Mire como luchaba sin descanso contra su propio padre para poder protegerme a mi y las lagrimas volvieron a salir de mis ojos.
Si Dios existía, le rogaba que lo ayudase.Le suplicaba que lo salvase.Se lo imploraba...

Capitulo Primero
Aun no me lo podía creer.¡Dos semanas para una simple mudanza! Era algo que jamas hubiese creído posible si me lo hubiesen comentado siquiera.Pero no me podía quejar pues, al menos, ahora podía decir que tenia mi propio cuarto después de haber estado, las ultimas dos semanas durmiendo en el incomodo sillón que habíamos comprado de segunda mano en una tienda de calidad engañosa. Ese sillón se había convertido en mi enemigo la primera noche que había tenido que dormir en el.
Y juraba que nunca mas lo haría, ni por todo el dinero del mundo.
-Exagerada-había sido la contestación de mi madre ante mis quejas del bendito sillón-No puede ser tan incomodo.
La sonrisa irónica que salio de mis labios no fue vista por mi madre(y si la noto, la paso por alto por completo) que me sonrió inocentemente para volver a sus quehaceres.
Por suerte, aquella noche ya no podría dormir en una cómoda cama. Y pensaba aprovechar aquella primera noche al completo.
-Por fin tengo mi almohada cómoda, solo mía-me dije en voz alta mientras me tiraba, literalmente, sobre mi cama sin mirar si la desarmaba o no.

Abrí mis ojos, los cuales había cerrado al tirarme encima de la cama, y los fije en el techo blanco que se extendía sobre mi y que resaltaba por el hecho de que carecía las manchas típicas de humedad que todas las casas viejas tenían.
Le daban un raro aspecto.
-Quizás deba pintarlo de azul-me comente mientras tomaba mi móvil y ponía la música que tenia en mi lista de reproducción.Al menos lo suficientemente alto para que yo pudiese escucharlo, pero que no molestara a mi madre que cantaba en la cocina una canción que estaba segura que no sonaba tan desafinada como ella la entonaba.
Al menos eso creía yo.
Pero sobretodo, ponía la música para no escuchar mis pensamientos que giraban a mi alrededor marean dome.
-Necesito una distracción-me dije en voz alta para acallar la voz de mi mente y, que desde que tengo memoria siempre me hablaba con un tono masculino que recordaba haber escuchado nunca.
Al menos no yo.

La primera vez que se lo había dicho a mi madre esta se lo había atribuido a la imaginación implacable de una niña de apenas seis años de edad.Pero la segunda vez simplemente no pudo ignorar mis palabras pues ya no tenia seis años, sino trece.